La percepción del color está cargada de afectividad, siendo menos intelectual que la percepción de formas y tamaños. Sin embargo, es necesaria y condiciona en cierta medida el aprendizaje de estructuras espacio-temporales.
La distinción de los 4 colores fundamentales: amarillo, rojo, azul y verde, es posible, según Binet, a los 7 años, aunque la experiencia parece demostrar que es anterior. Decroly señala la siguiente evolución: a los dos años y medio el niño dice la palabra "rojo" para designar cualquier color; entre los dos y medio y los tres años ya lo distingue de los demás colores; pero hasta los tres años no responde a la pregunta "que color", asociando siempre los colores a cosas concretas.
Hacia los 4 años, un niño de evolución normal es capaz de señalar y nombrar los 4 colores fundamentales.
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